miércoles, 5 de diciembre de 2007




Juan Fernández: Una experiencia Originaria

Visitar el Archipiélago de Juan Fernández es una experiencia originaria.

Primero, llegar es de una tremenda dificultad, el viaje en avioneta es agotador, el ruido de las élices duro de aguantar y el movimiento del avión si no hay buen viento, también.

El mundo es curioso desde el cielo, se ve cada camino, siembra, casa y la privacidad es mucho menos privada de lo que uno creyera. Las líneas de la tierra son como nuestras líneas de la mano y tienen la historia que una palma pudiese tener.

Al llegar al Archipiélago, de inmediato uno tiene la sensación de estar en el principio de los tiempos, el corte y color de los cerros, lo verde y cristalino del mar, el viento, el polvo, la roca volcánica, un paisaje de tan brutales contrastes que intimida e invita a la vez.

Aterrizar es una audacia en ese aeropuerto breve y curvo como pista de skater para luego bajar y tomar un camino polvoriento como un lejano desierto africano. Uno puede estar en cualquier lugar del mundo, pero es la isla.

Bajar al muelle a tomar la lancha o el bote y cruzar el mar durante casi dos horas, dependiendo el oleaje, entre los maravillosos lobos marinos, únicos del lugar es precioso y nuevamente agotador.

Cuando uno llega al pueblo, es otra cosa. Vegetación de todo tipo, recogen el alma y la mirada. Es asombroso.

En Juan Fernández no existe el tiempo, o un tiempo propio. No existe el lugar privado, aunque sí el propio. Las casa no tienen rejas, todo está conectado, la comunicación es a viva voz, o cara a cara y el ambiente es como de una gran familia.

Poco más de 600 habitantes son todos algo parientes, y las fiestas o disgustos como en las familias.

Viajar a Juan Fernández, para trabajar sobre desarrollo de Juan Fernández es además una experiencia maravillosa.

Inaugurar las instalaciones del hermoso Jardín Infantil Sandalito, o el salón de los pescadores en el muelle, o simplemente compartir con el señor de la universidad de Chile que viaja hasta allá a tomar por primera vez en la historia un prueba de admisión a estudios superiores (nuestra PSU) a 16 habitantes de la isla, compartir con una Presidenta cercana, certera, responsable de hasta donde llega y a dónde no va, que busca siempre más por los chilenos y chilenas, es de verdad una cosa muy especial. Escuchar hablar, mirar, ver cómo funcionan Yasna Provoste, Ministra de Educación o Estela Ortiz, mi jefa en la Institución de Jardines Infantiles, es un privilegio que a mi personalmente me hace mucho sentido. Y no estoy hablando de juicios políticos que uno puede evaluar de una u otra forma, según el momento.

Por allá por los 80 quería un mundo más democrático, un mundo más justo socialmente, un tiempo de más oportunidades. Yo invertí años de mi juventud en ello, hice un camino largo para ser, y hoy siento que me he arrimado a buen puerto, que la vida me instaló en un sitio desde donde puedo ver mucho y me siento muy afortunada por ello.